miércoles, 14 de septiembre de 2016

Ben Hur; un remake olvidable




En agosto se estrenó en España Ben Hur. Creo que no hace falta decir que desde mi punto de vista, hacer un remake de esta película es una felonía. Una infamia que no debe quedar sin castigo. En mi opinión la mejor manera de sabotearla es hacer "spoiler", a lo cual me dispongo. Contar principio, desarrollo y desenlace; y si tuviera tiempo hasta los títulos de crédito. 
  Ben Hur (Judah para los más íntimos), que es un tipo acaudalado, sensato, guapo y de buena familia, factótum del Partido Judea Sí Que Es Pot, es tentado por Mesala, el líder en Judea con el Partido del Pueblo Romano, para firmar un pacto de gobierno que garantice la estabilidad en la región (nación). Ni que decir tiene que en realidad quien corta el bacalao son los de la Unión Romana, que fijan los objetivos de déficit, las calzadas, los templos de Zeus que hay que construir así como la política exterior y los pactos con los samaritanos buenos y los samaritanos malos, con los egipcios y otras cuestiones. Sin embargo, el gobierno de la Comunidad Autónoma de Judea tiene también sus competencias, termas y teatros, sumos sacerdotes y cosas así.
  Ben Hur rechaza el pacto de gobernabilidad que básicamente consistía en delatar a todos los nacionalistas judíos y la legalización de la homosexualidad, pero rechazaba de plano medidas tales como: 
1. Incremento del presupuesto de gasto para cuadrigas. 
2. Control sobre el fraude del pan ácimo. 
3. Mejoras sanitarias de las inmundas cuevas de los leprosos. 
4. Control sobre el suministro de galeotes. 
5. Acondicionamiento y adelantamiento de las mazmorras de Jerusalén. 
  Mesala se toma muy mal la negativa de Ben Hur, (quien ni siquiera contempla la posibilidad de abstenerse y mirar para otro lado), puesto que con anterioridad habían compartido mesa y mantel y habían sido hasta socios de gobierno. Decide aplicar la Ley de Seguridad Ciudadana del Imperio y manda a su antiguo amigo a un centro deportivo de alto rendimiento.
  Mientras Judah se convierte en una estrella del remo y se gana buenos patrocinadores en la Unión Romana, Mesala, que sigue en funciones, se dedica a contemplar las carreras, visitar las termas y despachar los asunto ordinarios. La Unión Romana contempla la situación con preocupación y manda a Pilatos, un experto en temas de agua y saneamientos, para que controle el orden y el déficit público de Judea. Lo cierto es que pese al aparente desgobierno, las cosas no parecen ir mal, sino más bien todo lo contrario, la zona prospera. Judea crece económicamente. Se vende más que nunca a Antioquía, Corintio y Persia. Los turistas filisteos abarrotan los anfiteatros y se dejan todos sus secstercios bebiendo vino de la región y apostando en el Circo. Desde el punto de vista cultural, la zona, que había aportado el asado de camello y poco más, se encuentra bajo el influjo de la movida cristiana, con grupos de culto tales como Doce más uno, Evangelistas, Magdalena Soul , Vetusto Lázaro y Judas Priest. 
  El gobierno en funciones toma como pretexto este movimiento cultural, al que acusa de antistema, para reclamar el fin del gobierno en funciones. Pero las gentes empiezan a sospechar que todo el pescado está vendido y que es la Unión Romana la que hace y deshace y que todo lo que le interesa a Mesala es subir los impuestos sobre el aceite de oliva y la miel y las pieles de cabra, subir los impuestos sobre las obras de Esquilo y darle la contrata de la reparación de las calzadas, acueductos y teatros a sus amigos de los baños y del Sanedrín, empezando por el Sumo Sacerdote.
  Al final hay elecciones. Mesala se da una buena torta (literalmente) en la arena política. Ben Hur regresa a Judea, pero no puede gobernar porque está inhabilitado por doping y acaba abriendo un centro de medicina alternativa. Finalmente es un viejo rey, que dice ser mago, el que se hace con las riendas de la administración. 
  Y aquí finaliza la película pero no la historia. La historia nunca terminará porque nunca faltan los villanos, los héroes, el populacho sediento de circo o de teatro, los barcos necesitados de galeotes, los pérfidos filisteos, ni los profetas que anuncian el fin del mundo o la resurrección de los muertos.
El señor gordo.

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